miércoles, 8 de diciembre de 2010

La cárcel según Zafaronni

A propósito de la muerte de 81 presos en la cárcel de San Miguel, en Santiago de Chile, se han alzado voces a favor y en contra de la prisionización. El debate alcanzó incluso a Twitter, donde los hashtags #carcelsanmiguel e #incendiocarcelsanmiguel fueron trending topics durante casi todo el día.

En medio de toda esta polémica, que se mezcla con la indignación de muchos por las condiciones infrahumanas de las cárceles, es bueno leer el artículo del Dr. Eugenio Raúl Zafaronni, publicada en la revista argentina PPP. Hay ideas muy claras y certeras, como las siguientes:


La cárcel es un sistema en equilibrio precario. El número de personas que forma el equipo penitenciario es siempre mucho menor que el de presos. El preso sufre un proceso de regresión inevitable, porque se le priva de todo lo que hacía libremente como adulto y se lo retrotrae a una etapa infantil o adolescente superada, donde pierde incluso el derecho a la privacidad y hasta al espacio mínimo de “no contacto” físico con los otros, que conservamos en la vida de relación corriente.
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A la cárcel no llegan todos los infractores ni mucho menos. Si llegasen todos sería asombroso su número. Del mar de delitos que se cometen (y no se piense sólo en los graves o “naturales”) sólo llegan unos pocos. La inmensa mayoría de los infractores, en cualquier país del mundo, no le mueve un solo pelo al sistema penal, sea porque no son denunciados (típico: hurto doméstico, robos en domicilios cuando no hay seguro, estafas), porque lo son pero quedan impunes por desconocerse a los autores, porque en los delitos que no se persiguen por denuncia no son investigados (típico: drogas, aborto) o porque los autores están protegidos por su posición social (los adolescentes que consumen drogas y pertenecen a las clases medias lo hacen en sus domicilios, los que pertenecen a los sectores carenciados en lugares de acceso público). 
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Precisamente debemos ser concientes de que la cárcel, por mejor que sea, aún siendo una jaula de oro, siempre es una jaula y como institución total tiende a condicionar neurosis y a reproducir conductas desviadas, provoca graves depresiones que inciden sobre la salud física de los presos, especialmente en padecimientos que la depresión agrava y que pueden llevar a la muerte y, en general, por su inevitable régimen de seguridad, provoca regresión siempre deteriorante. La prevención y el tratamiento de estos efectos, la reducción de estos males, su minimización, su remoción cuando se alzan como obstáculos para remover el estereotipo, también es tarea en que la orientación debe estar a cargo de profesionales de la salud mental en estrecha cooperación con el personal con experiencia penitenciaria. 

Sugiero leer el artículo completo aquí. 

1 comentarios:

bitavabu dijo...

esto huele a Louk Hulsman.