sábado, 26 de abril de 2008

¿Y por qué mentir?

Cuando Dios pregunta a Caín "¿donde está tu hermano?", la suerte está echada. El uno, envidioso del otro, lo mata. Y son dos personas unidas por vínculos de sangre. ¿Que explicación existe para un acto tan terrible? Somos los hijos de los expulsados, cubiertos por el conocimiento del bien y el mal. No más que la herencia del pecado original. El simbolismo es potente: desde los orígenes el hombre es capaz de hacer daño, y esa capacidad dormita en el interior de cada uno, hasta que algo lo despierta. El ser humano es la única criatura que a diferencia de los animales, no mata sólo para comer o defenderse, y paradójicamente es el único que posee discernimiento.

He conocido muchos que han dañado a otros, que primariamente lo han negado, se han desentendido, porque la primera actitud siempre es la evasión de la responsabilidad y el miedo al castigo. Caín ha dejado una huella indeleble en sus descendientes: en el corazón está el miedo al destierro, que puede ser la cárcel, la sanción social, la exposición pública o la verguenza. Todo eso impide que el infractor sea sincero en la primera entrevista. Es normal que no cuente la verdad a quien no conoce: un abogado salido de quizá donde, precedido de la pésima fama que cargamos los abogados. Además, tengo al impresión que primariamente está el proceso de asumir el remordimiento, el temor al desconocido sentimiento de haber caido y verse envuelto en el mal.

Es necesario un proceso de reconocimiento personal, interno, propio e íntimo, como una especie de duelo, y luego la búsqueda de ayuda para evitar el mal proveniente del acto, como una consecuencia inevitable. Una garra crispada sobre el alma que sangra al remordimiento. Luego vendrá el momento de conversar y buscar caminos para la redención. Cuando has aprendido esta lógica humana, eres un poco más defensor.


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